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Preámbulo, reinventar la universidad

El contexto ha cambiado, no solo porque siempre cambia, también porque está cambiando su orientación y eso es lo preocupante. La irreversibilidad ha sido puesta en cuestión. Al respecto una aclaración: ni lo anterior era lo mejor, y el escenario actual tampoco es el peor. En realidad, tenemos que aceptar que un modo en que la universidad habita es estar en tensión. No obstante, la universidad tiende a ser una institución conservadora.

La derecha ha vuelto con violencia y cinismo, se ha instalado en el poder. Es en este contexto en dónde nos preguntamos por la universidad Latinoamericana y del Caribe, por su futuro, por las grandes encrucijadas del presente. Pero ¿en realidad la universidad tiene opciones? Estamos obligados a pensar la universidad, a preguntarnos por sus modelos, por sus prácticas, por la manera como se construyen y como tienen que ser construidas. ¿Puede pensar la universidad existente, la otra universidad? O ¿estamos condenados a la repetición, a la fragmentación, al incesto, a las luchas por el poder?

Sabemos que no nos podemos desprender del pasado pero que los retos están en el futuro, que la profesionalización es parte de la universidad pero que la transformación es su misión, que la universidad no puede avanzar sin la sociedad, en fin que la universidad tiene que rehacerse, o en otras palabras que el gran objetivo es reinventar la universidad en la línea de lo público, el Buen Vivir y la gratuidad, la construcción de otras universalidades, la decolonialidad, la interculturalidad, sin caer en pasar de una exclusión a otra.

Las dos tentaciones

Aunque la encrucijada no sea tan clara, si advertimos la existencia de dos tentaciones propias de la reinvención de la universidad.

Una primera tentación es creer que se puede reinventar la universidad sin compromiso: se puede estar en la universidad sin compromiso, queriendo solo dominar, conservar y aumentar el poder; se puede estar en la universidad simplemente por un salario; se puede estar en la universidad sin tener una preocupación honesta por la universidad; se puede estar en la universidad sin sufrir la universidad, porque nos inunda la concepción securitaria como una oleada que arrasa todos los espacios sociales.

Se goza a la universidad, aunque ella suele ser un lugar muy aburrido, sin necesidad de correr riesgos. Sin embargo, no podemos no correr riesgos cuando queremos reinventar a la universidad. Se puede querer estar en la universidad sin sufrirla, sin compromiso, sin pensarla, queriendo hacer nuestros propios feudos. Correr riesgos es preguntarnos de dónde venimos, y quien es el otro en nuestras vidas, y en nuestras instituciones.

No sabemos de dónde venimos si no hemos estado en situación de ausencia, o de extranjeros, o en exilio. No sabemos quién es el otro si estamos encadenados a la metafísica del uno o a la lógica de la homogeneidad. El otro no adviene sin la sospecha del Yo, sin su deconstrucción, sin su rehacerse, pero sobretodo sin una inteligencia honesta, una imaginación atrevida y corazón amplio.

La universidad no es una institución cualquiera, es una institución que hace parte de la modernidad, con una historia pre-moderna. Su tendencia natural es hacia el conservadurismo, de ahí que la reinvención será al mismo tiempo que necesaria, atacada. Hay que cambiar a la universidad, pero ¿lo puede hacer la misma universidad? En el derecho se admite que no se puede ser juez y parte. La misma universidad puede reconocer que quiere cambiar, pero difícilmente cambiaría. Sin embargo, quién puede cambiar la universidad, si no es la misma universidad. Para lograrlo se requiere de personas que estén con la capacidad de colocarse fuera la universidad, al mismo tiempo que están dentro, en una especie de no – tiempo y de no-lugar.

Aunque lo anterior señale un aspecto epistemológico, lo clave está en otro lado. Lo importante para la reinvención de la universidad es: yo me comprometo. En sentido estricto la ética es la Philosophia Prima. Tal decisión es indispensable. Pero el compromiso tiene sus propias ambigüedades. Para Richard Senett y Zigmunt Bauman existe una analogía entre lo que dice el capitalismo financiero al trabajador precario, yo no te comprometo, y el yo no me comprometo del sexo sin amor. Vivimos en un mundo donde los vínculos se hacen y se deshacen, o donde se puede estar sin vínculos, y es aquí donde se disuelve el compromiso. Sin vínculos, sin palabras comprometidas, sin hacer honor a la palabra, todo lo que digamos no genera relaciones, por lo tanto, el compromiso queda en el aíre.

Reinventar es contar con el azar, y aceptar los riesgos que conlleva enfrentarnos al azar. En sentido estricto, la reinvención no es un camino para planificadores; en un primer momento debemos contar con personas con alma de artistas. Reinventar es tener conciencia de no saber qué hacer, por eso para el conservador es imposible reinventar la universidad porque no está dispuesto a cuestionar sus seguridades.

Una segunda tentación es no darle a la universidad la importancia que
se merece. La trans-nacionalización de la universidad con una internacionalización en sus negocios y con los medios tecnológicos que nos des-territorializan nos llevan a creer que el único problema que tiene la universidad es la falta de dinero. Pareciera que el problema es la precarización, aunque la precarización sea un problema.

Darle importancia a la universidad contemporánea para reinventarla es considerar otros universales a partir de la alteridad porque la auténtica educación es un encuentro con la alteridad. La educación es la imposible interrelación con la diferencia y es bajo este imposible que se puede reinventar la universidad. Luego, en la educación corremos un riesgo porque la alteridad es su azar, pero también su autenticidad. En realidad, el mayor riesgo es la alteridad, porque la universidad está acostumbrada a un ejercicio imperial y
colonial.

Creo que la Universidad tiene una deuda en el ámbito fundamental que es hacer la experiencia del alter, pero también de la episteme de la diferencia, para poder experimentar el mundo desde el punto de vista de la diferencia, y es aquí donde hay una carga universal esencial. Para hacerlo es imprescindible vivir la presencia del otro, y su reconocimiento como tal, donde exista la mediación del cuerpo del otro, pero sin quedarnos en lo real, porque lo real es repetitivo y narcisista mientras que lo imaginario es el puente para generar el vínculo.

La universidad segura, que se blinda de seguridad, no puede volar en la diferencia. No se corren riesgos cuando lo que nos interesa es el poder, porque los otros tienen la mala suerte de vivir bajo nuestras bombas epistémicas, académicas, pedagógicas, presupuestarias y planificadoras.

No podemos creer que reinventar la universidad es correr un riesgo inútil. La universidad de los presupuestos limitados o de la esperanza fallida está en asedio, y una tarea nuestra es defender la universidad, reinventándola. Reinventarla es reinventar el riesgo y la aventura, por encima de la comodidad y la seguridad.

Dos fetichismos para superar

La sublimidad del fetiche juega un rol en la construcción de las sociedades y en la experiencia de las culturas. Una situación se objetualiza y adquiere rasgos sagrados e intocables. Nada ni nadie puede cuestionar el
fetiche.

Uno de los fetichismos es la consideración de superior. Si hay algo Superior es porque existe algo Inferior. ¿Superior a quién?, ¿inferior a quién o qué? Crear una universidad de educación para la formación de maestros implica tener la convicción que todo inicia desde lo más pequeño, que lo vulnerable es lo importante, o en lo poco importante se define lo esencial. En
efecto, la superioridad nos hace pensar en un mundo de las jerarquías y los dominados, de los títulos y los indisciplinados, los protocolos y las vulgaridades, las preferencias y las marginaciones.

Otro de los fetichismos es la universidad de los títulos. La universidad de la profesionalización, de las titulaciones, de las graduaciones, es el deja vu general. Estamos en la universidad para impartir y recibir clases siguiendo las exigencias de los organismos de regulación. La investigación suele quedar en manos de los institutos de investigación y de algunos profesores, los demás están obligados a las publicaciones que no necesariamente están integradas en las investigaciones sino en la lógica del cumplimiento.

La diferencia de la reinvención es colocar a la universidad en la transformación social. No hay transformación sin abordar el ser del otro, como otro. Para ello requerimos de una universidad que te saque del sí mismo y te coloque en el ser del otro. No es la mediación del otro para sí mismo, es la mediación del otro como lo que vale para el otro, para hacerle existir como tal.

Sí la universidad es para la transformación social, suplimos lo que la universidad napoleónica o humboltiana no ha podido construir ni puede dar. Esta universidad de la transformación no cubrirá el vacío de la universalidad parcial, pues por más interesante que sea siempre caeremos en un vacío.

La vieja universidad tiene un alcance ontológico a la que estamos acostumbrados, la reinvención de la universidad lo que busca es la generación de otros fetichismos, su multiplicidad y diversidad. Queremos ver nuevos objetos, reconocer nuevos mundos, estéticamente mostrar otros colores. En realidad, la universidad de la transformación nos obligaría a escapar de lo uno y a ingresar en la ontología del dos, propuesta por Badiou. Sostenida en la verdad, podemos experimentar el dos y no lo uno, lo común y no lo único. Así, la transformación social es lo que es examinado, practicado y vivido a partir de la diferencia, y no la identidad.

La construcción del mundo a partir de la diferencia es otra cosa que la experiencia de la diferencia No es la experiencia, es el acontecimiento. Construir un mundo, desde el punto de vista descentrado, fuera de mi única pulsión de sobrevivir, respecto de mi interés, es un encuentro y no una experiencia. Así, el nuevo universal registra el nacimiento de muchos mundos.

Sí la transformación social es un acontecimiento, implica conjugar al mismo tiempo la duración y la aventura. La aventura no es lo que pasa o aquello que sucede una vez; la duración no es la costumbre o la negación de la aventura, es el continuo descubrimiento, es la aventura prolongada. La duración de la transformación social es la emancipación. Se inventa una forma para que la vida dure y se celebre; se trata de una nueva temporalidad en la clave de la re-invención de la vida.

No renunciemos a la universalidad, no todo es falso, no quedemos atrapados en la desconfianza de la universidad; la universidad de la transformación opera como un ángel guardián de los seres diferentes, de otros mundos que no han podido ser mundos.

El procedimiento de verdad de la reinvención de la universidad

No podemos separar a la universidad de la verdad, la estética, la ética y la política. No hay revoluciones sin verdad, tampoco se puede dejar de lado la estética. Una revolución sin estética no es revolución. Tampoco se puede abandonar la justicia y el bien, aunque lo bueno no sea primordial. Las revoluciones tienen que ser éticas. En fin, la universidad no puede cambiar sin
la política. Lo único que cambia a la universidad es la política. La verdad es el sustento de la política, por eso la política de la universidad no es la política del poder.

La verdad de la universidad reinventada es la ontología del dos y no la metafísica del uno, luego el mundo puede ser experimentado y conocido fuera de la conciencia solipsista. La universalidad solo puede ser de la diferencia. Luego, los saberes no son para los otros, son también para mí, a fin de atestiguar que algo ha pasado y que me compromete. Así, quienes están fuera pueden entrar, quienes entran no pasan desapercibidos, quienes están ya no se van, porque comenzamos a conocer la verdad desde la diferencia, es decir no estamos solos, por lo que no podemos aceptar un saber que nos arrastre lejos del otro.

La verdad es la relación, y la interrelación. El procedimiento de la verdad para la reinvención supera la no-relación del binomio de captura: sujeto-objeto. La verdad de la reinvención hace que exista el ser-del-otro. Tales verdades son
descentradas y son vigilantes del nacimiento del mundo.

El procedimiento de verdad es un encuentro que busca convertirse en acontecimiento, tal como lo propone Badiou. La verdad como encuentro de diferencias busca el reconocimiento y la permanencia. El desencuentro y su desconocimiento es el punto de partida. Tal verdad es el nacimiento del mundo mediado por la diferencia.

El procedimiento de verdad es político porque se refiere a lo colectivo. Hacemos verdad de aquello que lo colectivo puede ser capaz, como la igualdad de lo heterogéneo sin necesidad de homogeneizar. No es el poder sino lo colectivo lo que importa, y lo colectivo como imposibilidad. En efecto, la política como procedimiento de verdad hace posible lo imposible.

Para finalizar, el procedimiento de verdad es estético, por eso su componente emocional y sensible debe hacerse presente. Las verdades de la diferencia agujerean la existencia, así, la estética está más allá de lo mostrado, no es del orden de la ley, y no puede ser enunciada.

En el panel: La universidad latinoamericana, su contexto y sus desafíos

Por: Freddy Javier Álvarez González

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