Parafraseando a García Márquez, queremos pensar en la educación en un escenario concreto: el de una pandemia. Acotar el contexto, en este caso, redefine también nuestro objeto: la educación, (y todos los fenómenos sociales) no puede ser igual en los tiempos actuales.
La primera gran conclusión que esta crisis sanitaria nos está dejando es la necesidad imperiosa de repensar la normalidad. Las desigualdades sociales, los ritmos de vida, los hábitos de consumo, la relación con los otros, etc., se han evidenciado como asignaturas pendientes o reprobadas por gran parte de la humanidad. Hoy, mucho más que otras veces, podemos reconocer nuestra propia fragilidad y la interdependencia que tenemos entre seres humanos. Todos cuidamos y todos necesitamos que nos cuiden.
En este marco, hemos visto cómo el valor social del trabajo no debe estar ligado al capital, sino a la sostenibilidad de la vida. Así, muchas profesiones hoy han tomado protagonismo por un accionar comprometido y, en este sentido, queremos pensar nuestro rol como educadores.
No pretendemos dar una solución, es más, reivindicamos la importancia de dejar por un momento las voces explicativas o resolutivas. La incertidumbre es una sensación genuina y hay que darle su espacio. Entonces, pensemos la educación desde la duda y desde la fragilidad, para, reconociendo nuestra situación actual, potenciar nuestras oportunidades.
Es momento para ejercitar los modelos pedagógicos horizontales de los que durante décadas se ha debatido. Solamente en una situación en la que todos los sujetos del proceso educativo tengan el mismo valor, puede surgir una educación verdadera. Utilicemos las herramientas que nos conectan con los estudiantes para acompañar la búsqueda de saberes y abramos la ventana a aprender, en un marco de reciprocidad constante.
Si pensamos en estrategias educativas concretas para atravesar esta situación, podemos encontrar un buen referente en el modelo pedagógico de la UNAE, principalmente en la premisa que afirma la necesidad de esencializar el currículo: menos es más. Por supuesto que los contenidos son importantes, pero más importante aún es dar espacio para el análisis, reflexión y compromiso que tanto necesitamos ahora. Al final, queremos mantenernos vigilantes y optimistas, pues, como decía Cortázar, “probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.
Autora: Mireya Arias Palomeque
Profesora – Investigadora UNAE. Doctoranda en Educación. Magíster en Sociología. Comunicadora Social y Abogada. Email: mireya.arias@unae.edu.ec