En esa novela total que es 2666, Roberto Bolaño narra el asesinato de cientos de mujeres en la ciudad de Santa Teresa (nombre ficticio en referencia a ciudad Juárez), puerta de entrada a Estados Unidos desde territorio mexicano y punto de referencia para el narcotráfico y el coyoterismo. Datos conservadores del periodismo de investigación mexicano dan cuenta de 600 feminicidios y de más de 1.000 mujeres desaparecidas desde 1993; la mayoría de los casos tiene que ver con violencia intrafamiliar, violencia de género, misoginia y movilidad humana. Bolaño explica que se trata de mujeres que definen el prototipo de quienes habitan en América Latina: clase media baja, bien parecidas, jóvenes, cabello largo, piel canela, ojos negros, estudiantes, obreras, trabajadoras de maquiladoras, muchas de ellas madres solteras. En su relato, que se aleja muy poco de la realidad, Bolaño puntualiza que a los homicidios de mujeres preceden la violación en grupo, la tortura y la mutilación (Bolaño, 2013).
Entre el 1 de enero y el 18 de noviembre de 2019, en Ecuador se registraron 95 feminicidios, uno cada tres días (Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo [ALDEA], 2020). El periodista Dimitri Barreto aporta con otros datos sobre lo que ocurren a diario en Ecuador: una de cada cuatro mujeres es objeto de violencia sexual, 2.200 niñas víctimas de violación se convierten en madres cada año, 9 de cada 10 perpetradores se encuentran en el ambiente familiar o en el entorno cotidiano de la víctima. Barreto puntualiza que “la imposición de prácticas sexuales por la fuerza, por amenaza o vulnerabilidad es una barbarie, un ejercicio de poder sobre cuerpos de mujeres que no se justifica y tiene su expresión más violenta en el feminicidio” (Barreto, 2019).
Ahora bien, lo que maestros y maestras hacen o dejan de hacer en el aula queda marcado en el cerebro de niños y niñas y determinará sus actitudes y comportamientos con relación a sí mismos y hacia los demás. El aula es el espacio de reproducción y asimilación de discriminaciones implícitas o explícitas atribuibles a la categoría género o, por el contrario, es el espacio donde se construyen relaciones basadas en la equidad y la inclusión. Los enfoques pedagógicos basados en la inclusión, en los derechos y en la revalorización de la interculturalidad contribuyen a que las normas de exclusión por género y por etnia se reviertan.
La educación inclusiva entiende a niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos y a los procesos de enseñanza y aprendizaje como elementos para transformar realidades de exclusión por razones sociales, culturales, económicas, sexuales o por capacidades específicas. La educación inclusiva cuestiona cualquier forma de violencia (incluyendo la de género) y requiere de la participación activa de familias y comunidades deconstruyendo aprendizajes que reproducen violencias y discriminación.
Autor: Fernando Unda
Docente – Investigador UNAE
Educador y psicólogo. Posee un título de doctor (PhD) en Psicología por la Universidad de Palermo, una maestría en Desarrollo de la Inteligencia y Educación y un diplomado en Pedagogías Innovadoras por la Universidad Técnica Particular de Loja. Como títulos de tercer nivel cuenta con una licenciatura en Ciencias de la Educación y un doctorado en Psicología Educativa con especialidad en Psicología del Adolescente, conferidos por la Universidad Central del Ecuador. Ha realizado estudios sobre equidad, género, interculturalidad y desarrollo sostenible. Email: fernando.unda@unae.edu.ec
Referencias bibliográficas
- Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo. (2020). Alianza para el Monitoreo y Mapeo de los Femicidios en Ecuador. Quito: Aldea.
- Barreto, D. (2019, 20 de agosto). El riesgo de ser mujer. El Comercio.
- Bolaño, R. (2013). 2666. Adelphi Edizioni spa.