En el contexto actual, ser docente se ha cuestionado desde diferentes perspectivas. En el ámbito de lo inmediatamente empírico, las preguntas “¿para qué estudiar?” y “¿para qué enseñar?” se convierten en elementos que se comentan en la cotidianidad de nuestras vidas. Cuestionamientos estos que quizás no tengan una repuesta terminada, pero sí nos invitan a observar más allá de lo que se nos presenta en el momento y a pensar en lo que implica ser maestro, más allá de lo organizacional y de lo normativo.
La educación siempre ha sido un factor determinante en el desarrollo de las culturas y en su transformación; es constituyente del caminar cotidiano de los seres humanos y de su configuración en la espacio-temporalidad que se les presenta. Como la vida misma, esta historicidad se presenta en constante movimiento, lo que hace que necesariamente tengamos que repensar la forma de actuar, de ser, de compartir y, por ende, de enseñar. Así lo expresan Nieva, J. y Martínez, O. (2017, p. 111): “La educación debe considerar la complejidad del mundo contemporáneo, en el que confluyen diversas realidades: política, emocional, social y económica”.
Por otra parte, frente a las actitudes de los así llamados Millenials o Centennials, caracterizados, según López, C., Peñalosa, M., Almonacid, L. y Alcántar, D. (2017), por ser una generación que va de la mano con la tecnología, los medios de comunicación y una visión más globalizada y flexible, como en ninguna otra época de la historia, surgen nuevas interrogantes frente a la función que cumple la educación en el nuevo mundo, marcado por la Web 4.0, las distintas formas de relación, de cosmovisiones, de vida, de desempeño, de profesiones, artes y tecnología. Estas nuevas subculturas no pueden pasar percibidas por la comunidad que piensa los currículos, las organizaciones y la institucionalidad de la educación.
Ahora, si recurrimos a los estudios de Casé, L., Doná, S., Garzaniti, R., Biganzoli, B. y Llanos, C. (2018), estos revelan cómo las personas de las nuevas generaciones son nativos digitales y procesan información de forma diferente, tienen acceso rápido e inmediato a la información, seleccionan textos de menor complejidad y tienden a ser intuitivos.
Desde esta perspectiva es precisamente que se requiere pensar en la enseñanza, no como un acto excluido de las trasformaciones sociales sino como un elemento que constituye el norte hacia el que se quiere dirigir o autodirigir la sociedad; una forma de ser, un “modus vivendi” que transita del saber más abstracto al saber más empírico, real y transformador y en el que los sujetos se cuestionan, interpelan, renuevan o excluyen de sus proyecciones, como calidad de vida que desean para su existencia.
Frente a este panorama emergen nuevas preguntas: ¿para qué ser docente en este contexto? Lo que puede contestarse de una forma desprevenida y, tal vez, desconociendo la complejidad que se presenta en la realidad actual. Quizás se haya escuchado afirmar contundentemente que “a los chicos de ahora no les interesa el estudio” e inmediatamente se tendría que preguntar: ¿cómo se cautiva a los jóvenes de hoy en día? ¿Cuál podría ser el tipo de docente que se requiere en esta coyuntura? Hay búsquedas interesantes que, a decir de Imbernón (2011), se han preocupado por la didáctica de los contenidos, pero el rol del docente, como ser humano, se ha abordado muy poco en el ámbito pedagógico, investigativo y epistemológico.
Al referirnos al reto de los docentes en el contexto actual, tendremos que abordarlo desde la dimensión integral del docente como sujeto demandante de deseos, pasiones, sueños, ideales, frustraciones, placer, proyecto de vida, etc. Es a ese sujeto que nos referirnos, el que debe asumir la realidad de sus estudiantes, con sus heterogeneidades de culturas y subculturas que a veces le resultan incomprensibles, debido a las generaciones en las que la mayoría de los docentes se encuentran.
En conclusión, se presenta el quehacer docente en las actuales realidades como un reto permanente en el que hay más preguntas que respuestas, más incertidumbres que certezas; pero también más búsquedas referidas a cuáles deben ser las aptitudes y actitudes de los docentes, de forma tal que la educación sea un proceso determinante en la búsqueda de la realización de los seres humanos, de la transformación social y de la visión sistémica de la vida, en convivencia con demás seres vivos que nos reclaman, desde sus diversas manifestaciones, un mundo por y para la vida.
Autor: José Antonio Nieva Chaves
PhD en Ciencias Pedagógicas por la Universidad de la Habana – Cuba. Docente de la Universidad Nacional de Educación UNAE del Ecuador. Email: jose.nieva@unae.edu.ec
Referencias
- Casé, L., Doná, S., Garzaniti, R., Biganzoli, B. y Llanos, C. (2018). La inteligencia a través de las generaciones: Millennials y centennials. Acta de Investigación Psicológica, 8 (2). México: Universidad Nacional Autónoma de México, s.p.
- Imbernón, F. (2011). Un nuevo desarrollo profesional del profesorado para una nueva educación en el siglo XXI. Educação Skepsis, 2, pp. 1-20.
- López, C., Peñalosa, M., Almonacid, L. y Alcántar, D. (2017). Jóvenes de la generación de los “Millennials” y su consumo socialmente responsable en Bogotá, Colombia. Visión Gerencial, 2, pp. 2017-216.
- Nieva, J. y Martínez, O. (2017). Una nueva perspectiva de la formación docente en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), Colombia. Revista Cubana de Educación Superior, 1, pp. 109-119.